El efecto de esta medida, explican, no está suficientemente estudiado en el país.
Para Raúl Figueroa, director ejecutivo de Acción Educar y ex jefe de asesores del Ministerio de Educación, la Ley de Inclusión Escolar y específicamente el fin a la selección, es un arma de doble filo. ‘Permite que todos los colegios estén disponibles al momento de buscar una vacante. Pero a diferencia de lo que se pretendió señalar en un comienzo, no asegura bajo ninguna circunstancia un cupo en un determinado colegio de preferencia’.
Afirma que lo que hicieron con esta ley fue reemplazar la posibilidad de seleccionar a los alumnos y cambiar eso por una tómbola virtual en que ni los colegios ni las familias pueden incorporar argumentos contundentes a la hora de elegir un establecimiento.
Mauricio Bravo, director del Magíster en Políticas Educativas de la Universidad del Desarrollo, considera que el efecto en el mejoramiento de la calidad de la educación es casi inexistente. ‘Producto de una mayor inclusión se deduce que mejoraría la calidad debido a que el efecto de buenos compañeros nivelaría hacia arriba. No obstante, ese efecto no está lo suficientemente estudiado en Chile’.
‘También puede suceder -opina Bravo- que un alumno disruptivo afecte negativamente el aprendizaje de todos sus compañeros. Un alumno muy inteligente puede desmotivarse al estar rodeado de compañeros poco interesados en el aprendizaje. Un alumno con dificultades de aprendizaje puede verse afectado negativamente al estar en un curso con compañeros muy avanzados… En síntesis no hay evidencia de que distribuir a los alumnos excelentes en todas las aulas del país contribuiría a subir el nivel’.
Geraldine Jara, directora del Departamento de Pedagogía de la Universidad San Sebastián, piensa lo contrario. ‘El fin a la selección ataca directamente a la segregación escolar porque la educación también tiene que ver con las habilidades blandas y con poder compartir con personas provenientes de distintas familias. Esa es la lógica del siglo XXI, la colaboración’.