“Nuestro sistema históricamente era de elite; la mayoría de las personas que salían del colegio no iban a la educación superior”, contextualiza Acción Educar.
En 1984, al mismo tiempo que Los Prisioneros lanzaban “La voz de los 80”, en Chile había apenas 189.151 matriculados en la educación superior. En 1998, cuando el Chino Ríos levantó los brazos, tiró la raqueta al público y se convirtió en N° 1 del mundo, los estudiantes llegaban a 406.553.
Hoy, entre universidades, institutos profesionales (IP) y centros de formación técnica (CFT), tenemos 1.261.771. Es decir, en 34 años el número de alumnos se multiplicó por 6 y creció en más de un millón, sumando a cientos de miles de jóvenes de colegios municipales y subvencionados que antes simplemente estaban excluidos del sistema.
¿Es bueno para el país?
“Si tú miras este panorama histórico, es muy positivo”, opina Daniel Rodríguez, director ejecutivo de Acción Educar. “Antes estábamos muy por debajo de la capacidad de nuestros estudiantes de proseguir su educación. No había suficiente oferta, no había dónde estudiar o no había una oferta adecuada para sus necesidades. Nuestro sistema históricamente era de elite: la mayoría de las personas que salían del colegio no iban a la educación superior”, destaca.
María Paz Arzola, coordinadora del Programa Social de Libertad y Desarrollo, también lo ve como un gran logro: “Ha permitido que Chile tenga tasas de cobertura en educación superior en línea con países desarrollados o ingresos más altos que nosotros”. Entre las razones destaca la mejora en la cobertura de la educación escolar y la consolidación de instituciones privadas, tanto universitarias como técnicas. “También ha ido de la mano con el apoyo del Estado. Hasta 1998 las ayudas estudiantiles iban dirigidas solo a los alumnos de planteles del Consejo de Rectores; después se abrieron becas para otras instituciones y el 2006 nace el CAE”.
Gonzalo Zapata, académico de la Facultad de Educación UC, piensa que el salto en las matrículas es propio de una sociedad que se va desarrollando: “Es muy bueno que la gente tenga mayor acceso a la educación superior. La clave está en que sea un acceso equitativo, con oportunidades, de calidad y que puedan terminar sus estudios. Chile todavía tiene un sistema que creció muy rápido, con ausencia de regulaciones”.
Su proyección es que la matrícula no debiera seguir aumentando. “Ya se llegó a un estancamiento, a una meseta, y hacia el futuro no debiéramos ver crecimiento, por lo menos en pregrado”. ¿Cuál es el valor actual de tener un título? Responde Daniel Casanova, doctor en educación superior de la Universidad de Leiden, Holanda, quien se tituló con la tesis llamada “Entre el pago y el mérito”. “En Chile si una persona que finaliza la educación media gana $100, el que no la finaliza gana $87, la diferencia es poca. Sin embargo, el que finaliza la educación superior universitaria gana $320: más que triplica el sueldo. Esa última cifra es la mayor de los países OCDE, Chile es el record en esto. Si ves Dinamarca o Noruega, el que termina la educación media gana $100 y el que termina la universidad gana $140”, compara el experto, actual director de docencia de la UC de la Santísima Concepción.