Experto opina que una alta deserción refleja una falla en las instituciones a nivel de apoyo estudiantil y en la selección de alumnos.
Hay universidades donde de 10 mechones, 9 siguen estudiando la misma carrera al año siguiente. Ahí la cosa está bien. Pero hay otras donde la mitad de los alumnos se va: ese es un claro indicio de que el plantel tiene problemas serios.
Entre esas realidades se mueven las casas de estudios chilenas, de acuerdo a las estadísticas oficiales del sitio Mifuturo.cl del Mineduc (http://bit.ly/MiFuturoIES).
Para entender estas cifras se manejan dos conceptos complementarios: retención (porcentaje de estudiantes que entran a una carrera y al segundo año se mantienen en la misma generación e institución) y deserción (los alumnos que no continúan en la carrera luego del primer año de estudios).
La tabla considera la deserción en todas las carreras universitarias de pregrado que duran ocho semestres o más; eso arroja un porcentaje promedio de deserción por cada plantel (ver tabla). En época de matrículas (muchas universidades que no piden PSU aún están abiertas) este dato puede ser clave para evaluar la calidad de la institución.
¿Y las carreras?
Hilando más fino, ya a nivel de carreras, se observa que de las 25 con mayor cantidad de alumnos de primer año, 16 superan el 80% de retención.
Medicina es la que luce la menor deserción de todo el sistema -apenas 5,6%- de acuerdo al informe de retención de primer año del Servicio de Información de Educación Superior (Sies) publicado en octubre pasado, y que toma en cuenta a los alumnos que ingresaron a estudiar en 2017 y continuaron en 2018.
Las carreras con mayor deserción son Ingeniería en Administración de Empresas (39,8%) e Ingeniería en Computación e Informática (35,3%).
Hay que tener en cuenta que un número importante de los alumnos que desertan al primer año vuelven a matricularse en otra carrera o institución en los años siguientes a su salida. De acuerdo a las cifras del Sies, solo 17% deserta de modo más definitivo y no reingresa al sistema en los tres años siguientes.
Señal de alerta
‘La deserción tiene varios factores. Sabemos que hay un factor económico, como no poder pagar la colegiatura o tener que salir a trabajar por problemas en el hogar; hay variables de salud mental, de personas que no se adaptan correctamente a lo duro de la vida universitaria; hay razones vocacionales, o sea personas que no les gustó la carrera; y razones académicas, donde tienen que abandonar por malas notas o se echaron muchos ramos’, detalla Daniel Rodríguez, director ejecutivo de Acción Educar.
Comenta que la deserción se utiliza internacionalmente como un índice relevante para sopesar la calidad de una universidad, ya que da cuenta de la capacidad de la institución de entregar una oferta que se ajuste a sus alumnos. ‘La permanencia en primer año es clave para prever el éxito de un estudiante en terminar su carrera. Es por esto que la medición de esta deserción y las medidas que se tomen en razón de ella son importantes’, señala.
Según dice, si muchos alumnos renuncian cada año a una universidad es probablemente una señal de que algo no anda bien en la institución, específicamente en dos aspectos: programas de apoyo a los estudiantes cuya permanencia esté en peligro y criterios de selección para el ingreso.
‘Las universidades debieran optar a tener cero deserción, sobre todo en primer año. Tiene que ver con una buena combinación entre medidas de apoyo a los estudiantes que por razones económicas, vocacionales o de salud se vean en la imposibilidad de rendir bien, así como de una correcta selección de los estudiantes, asegurándose que los que ingresan efectivamente tienen las capacidades para hacer frente a las exigencias académicas que la institución requiere’, destaca.