La iniciativa del senador PPD Jaime Quintana fue aprobada en el Senado. Expertos cuestionan que se imponga el fin de las notas, pero creen que las evaluaciones no pueden limitarse solo a las calificaciones.
Por F. Monasterio
Hay “rojos”, están los “cuatreros” y los “puros siete”.
La escala de notas del uno al siete es una tradición escolar chilena. Por 12 años -entre primero básico y cuarto medio- millones de niños y jóvenes en Chile son evaluados utilizando un sistema cuantitativo que les dice si aprobaron o reprobaron los contenidos estudiados y en qué nivel se ubican respecto del óptimo (nota siete).
Un grupo de parlamentarios considera errada esa aproximación. Encabezados por el senador Jaime Quintana (PPD), presentaron en agosto del 2018 un proyecto que elimina la posibilidad de poner notas de primero a cuarto básico. El pasado 10 de diciembre este proyecto dio un paso más en el Congreso. Fue aprobado en el Senado y continuó hacia su segundo trámite en la Cámara de Diputados.
El proyecto busca incorporar el siguiente inciso al artículo 39 del decreto con fuerza de ley N° 2, de 2009:
“Las evaluaciones correspondientes al nivel de educación básica referidas en el inciso anterior, especialmente durante el primer ciclo básico, propenderán a la utilización de criterios cualitativos que permitan dar cuenta del nivel de logro de los objetivos planteados en las bases curriculares. Los establecimientos podrán incorporar estos criterios en su Reglamento de Evaluación, de acuerdo con la normativa vigente. La evaluación cualitativa, en caso de aplicarse, deberá considerar una retroalimentación permanente al estudiante y sus padres, madres y/o apoderados”.
Pero entre los expertos se han levantado diversos cuestionamientos sobre una legislación que regule el modo en que cada docente evalúa a sus estudiantes. “En nuestro país estamos acostumbrados a que todo debe ser materia de ley y eso no es así, especialmente cuando hablamos de educación”, comenta a PAUTA la directora ejecutiva de Acción Educar, Magdalena Vergara.
¿Hasta dónde llegan las libertades de los profesores, no solo para educar, sino que también para evaluar el aprendizaje que demuestran sus alumnos?
Formativa vs sumativa
En Chile, el Decreto 67 emitido por el Ministerio de Educación y promulgado el 10 de febrero de 2018, reconoce que las evaluaciones pueden ser aplicadas de dos maneras: formativa y sumativamente.
Por un lado, el decreto explica que la evaluación tendrá un uso formativo en la medida que se integre a la enseñanza para monitorear y acompañar el aprendizaje de los alumnos. Es decir, “cuando la evidencia del desempeño de estos se obtiene, interpreta y usa por profesionales de la educación y por los alumnos para tomar decisiones acerca de los siguientes pasos en el proceso de enseñanza-aprendizaje”.
Asimismo, la evaluación sumativa tendrá por objeto certificar, generalmente mediante una calificación, los aprendizajes logrados por los alumnos.
En cuanto a las calificaciones, el decreto es claro: la calificación final anual de cada asignatura o módulo deberá expresarse en una escala numérica de 1.0 a 7.0, hasta con un decimal, siendo la calificación mínima de aprobación un 4.0.
“Hoy el decreto 67 les da atribuciones a todos los colegios del país para definir cómo evaluar. Hoy día eso existe, no es necesario una nueva legislación para decir mire, vamos a tener una nota por ramo“, comenta a PAUTA Carlos Henríquez, coordinador del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (Llece) de Unesco.
De todos modos, Jaime Quintana -actualmente presidente de la comisión de Educación del Senado– explica que el proyecto presentado respeta tanto la autonomía de los establecimientos, ya que les entrega simplemente la facultad de resolver este tema en un plazo de dos años, “incluso si prefieren seguir como están, pueden hacerlo”.
Efectivamente, y como dice Quintana, el proyecto incluye además un artículo transitorio que establece que “dentro del plazo de dos años desde la publicación de la presente ley, las comunidades educativas de los establecimientos educacionales que impartan el primer ciclo de la educación básica tenderán a desarrollar procesos de reflexión y consulta para tomar la decisión respecto de mantener o no el actual sistema de evaluación y calificación en base a una escala numérica de notas para este ciclo. Dicha definición deberá ser aprobada por el Consejo de Profesores e incorporada en el Reglamento de Evaluación de cada establecimiento”.
Las libertades en el aula
“Nuestra postura parte de que los docentes deberían tener toda la autonomía posible que les permita lograr los aprendizajes que sus estudiantes requieren”, comenta Javiera Horta, directora general de Enseña Chile. “Un poco también eso es reconocer que no podemos legislar todo. Entonces debemos tener un ejercicio de confianza en las capacidades y la formación de nuestros docentes, darles las herramientas y autonomía para tomar decisiones y para hacerse también cargo de los resultados de esas decisiones”, indica.
Con ella concuerda Carlos Henríquez. “Lo que pasa en el aula debería ser parte de las decisiones profesionales de los maestros, pero también de una arquitectura del sistema escolar chileno, que en ese caso le dé atribuciones, un marco y un equilibrio en el uso de las evaluaciones”, señala el coordinador de la Unesco.
De todos modos, desde Enseña Chile comentan que sí hay elementos que debieran ser materia de legislación, “sobre todo si tenemos un proyecto de país y entendemos que la educación lo que nos permite es brindar oportunidades y definir hacia dónde queremos llevar el desarrollo de nuestra sociedad”, explica Horta.
Pero no todos están de acuerdo con que las leyes delimiten un perímetro en esta materia. “No corresponde que sean los legisladores -que no tienen los conocimientos técnicos- quienes determinen hasta la manera en que los profesores deban calificar”, expone Magdalena Vergara. “En vez de rigidizar aún más nuestro sistema educativo, debiésemos avanzar para una mayor flexibilización, entregando autonomía a las escuelas y profesores, de manera de promover sus propios proyectos educativos, orientándolos para adoptar buenas prácticas. Esto debe surgir desde el propio establecimiento, no impuesto a través de una ley”, comenta.
“Yo creo que el tema de las notas debería estar en la legislación. Habla del proyecto de educación que queremos tener y cuáles son los mínimos que esperamos lograr como país”, reitera Horta.
El efecto de las notas
Aquí hay un punto crucial que aclarar: evaluar no es bajo ningún caso sinónimo de calificar. La calificación -numérica o cualitativa- es el resultado de una evaluación, pero la ausencia de una nota no significa la ausencia de evaluaciones.
“Los aprendizajes hay que seguir evaluándolos igual”, señala Javiera Horta. “El medir los aprendizajes es algo que, aunque no le pongamos nota, no podemos dejar de hacer, porque el objetivo que tenemos en la educación es el desarrollo de los estudiantes, y no podemos tomar decisiones a ciegas de si los estudiantes están o no aprendiendo”, agrega.
Con Horta concuerda Vergara. “Es clave entender que la evaluación es parte fundamental de los métodos de enseñanza de los profesores y, por ende, son ellos quienes debieran definirlos de la manera más adecuada conforme a las características de sus estudiantes y sus propios métodos. En esto la actual normativa deja libertad para que los establecimientos puedan definir diversos métodos. Sin embargo, exige que, a fin de año, se reporte con una calificación numérica de 1 a 7 los resultados y logros de aprendizaje del estudiante”, comenta.
Por eso el tema que para algunos genera preocupación y para otros abre un debate no es la evaluación en sí misma, sino que el número que finalmente se les entrega a los estudiantes, especialmente a aquellos que aún se encuentran en desarrollo y formando su criterio.
“Si recibí una mala nota, ¿quiere decir que soy un mal estudiante?”, se pregunta retóricamente Horta. “El no tener esta nota en edades más pequeñas lo que busca es que los estudiantes no estén enfocados en si soy bueno o malo, si cumplí o no, sino que se enfoquen en aprender y disfrutar, pero el profesor debe levantar evidencia igual. No es que porque no le ponga una nota no voy a estar evaluando si es que se está desarrollando correctamente o no. La retroalimentación que recibe el estudiante debe ser más profunda. El feedback que recibe el estudiante debiese ser mucho más formativo”, explica.