El especialista se refiere a los beneficios que representa la formación en esta jornada y analiza los desafíos que tiene en un ambiente de reforma.
La educación superior implica para miles de jóvenes la posibilidad de acceder a mejores oportunidades de desarrollo personal, que en el ámbito laboral se traducen en puestos de trabajo más atractivos y mejores remuneraciones. Favorece también al desarrollo del país, pues constituye un potente motor de movilidad social, ayuda a mejorar la productividad y facilita la cohesión social.
Chile no es la excepción y cuenta con un sistema de educación superior que ha ayudado a alcanzar esos objetivos. Tiene una cobertura bruta de un 53,1%, lo que lo sitúa en el promedio de los países desarrollados y, en el caso de los jóvenes más vulnerables, es las más alta de Latinoamérica con un 29% para el primer quintil de ingresos.
Chile también destaca como el país cuyo sistema de educación superior ofrece el mayor premio salarial de la OCDE, lo que se traduce en que, en promedio, un egresado de la educación superior tiene una remuneración 2,5 veces más elevada que aquel que solo terminó la enseñanza media. Sin embargo, el anhelo de acceder a la educación superior se ve dificultado para aquellos jóvenes que se incorporan tempranamente al mundo laboral y que necesitan generar ingresos para contribuir económicamente a sus familias, lo que se hace incompatible con la asistencia a clases. Asimismo, adultos que por diversas razones no siguieron estudios superiores quisieran acceder a las posibilidades de crecimiento laboral o personal que una carrera técnica o profesional ofrece, pero están limitados por la dedicación que sus trabajos exigen. Es ahí donde la educación vespertina juega un rol fundamental al ofrecer a jóvenes y adultos la posibilidad de compatibilizar adecuadamente los estudios con el trabajo y, por esa vía, acceder a nuevas oportunidades.
“El número de matriculados en pregrado en Chile al 2016 alcanzó 1.178.437, de los cuales un 26% asiste a carreras vespertinas. Si se analiza por tipo de carrera, se aprecia que un 44% de estudiantes de carreras técnicas lo hace en programas vespertinos, mientras que en el caso de las carreras profesionales, corresponde a un 9% de los estudiantes. Desde el punto de vista de la oferta académica, de los 17.450 programas de pregrado que se ofrecen en las diversas instituciones de educación superior, un 40% corresponde a vespertinos”, explica Raúl Figueroa, director ejecutivo de Acción Educar.
Estos datos —agrega el experto— confirman lo relevante de este sector y obligan a preguntarse si esa importancia se ve correctamente reflejada en el debate nacional, considerando que desde el gobierno se ha planteado una reforma estructural al sistema de educación superior.
“Actualmente se discute en el Congreso un proyecto de ley que contiene los principales ejes de esta reforma, que bajo los grandes enunciados de un nuevo sistema de financiamiento de la educación superior, una nueva regulación y un nuevo sistema de aseguramiento de la calidad implican medidas que restringen la autonomía de las instituciones, dificultan la existencia de una oferta diversa y limita el acceso de estudiantes vulnerables a cierto tipo de instituciones. Medidas como la fijación por el Estado de los aranceles y las vacantes de las instituciones de educación superior, el diseño de carreras o programas tipo, el establecimiento de ‘instituciones modelo’ para fijar el financiamiento, la imposición de sistemas de admisión únicos y la absoluta dependencia financiera de las instituciones de educación superior a lo que el Estado entregue van en la dirección contraria de lo que el país necesita. En ese marco, los programas vespertinos son una respuesta del sistema de educación superior a las necesidades de un conjunto de jóvenes y adultos que, de no mediar esta alternativa, quedarían excluidos de sus beneficios”, manifiesta.
A juicio de Figueroa, la rápida adecuación que ha logrado el sistema ha sido posible gracias a la autonomía que se le reconoce a los planteles, tanto en la posibilidad de diseñar e implementar nuevos programas como de organizarse de la manera que mejor les permita cumplir con sus objetivos. Esta autonomía —asegura— es la que facilita también la existencia de instituciones diversas, cuya amplia oferta académica permite a individuos de distintas capacidades e inquietudes encontrar opciones que se adecuen mejor a sus intereses y posibilidades.
“Es difícil concebir la existencia de una educación vespertina amplia y diversa bajo un sistema rígido y homogéneo”, afirma.
En Acción Educar consideran que las reformas que se hagan deben reconocer la diversidad de proyectos y la capacidad de las instituciones de adecuarse rápidamente a las necesidades de las personas y el país. “La educación vespertina es un gran ejemplo de esa capacidad, que no ha sido adecuadamente valorada y que debe visibilizarse de mejor manera para evitar que se ponga en riesgo”, concluye su director ejecutivo.