Columna en El Líbero: Entrar al CRUCH; peor es mascar lauchas

Por Daniel Rodríguez, director ejecutivo de Acción Educar.

Dos reconocidas instituciones privadas adscritas a la gratuidad, la Universidad Alberto Hurtado y la Universidad Diego Portales, han anunciado su intención de integrar el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH). En virtud de la Ley de Educación Superior, cumpliendo ciertos requisitos y teniendo la venia de los miembros actuales del Consejo, las universidades no estatales creadas después de 1981 pueden ser parte de éste.

Si el CRUCH busca cumplir un rol asesor del Ministerio de Educación para las políticas públicas en educación superior, es razonable y positivo que nuevas instituciones privadas no “tradicionales” se incorporen. Diversificar los actores para comprender de manera más cabal las necesidades y desafíos de la educación superior es necesario. El CRUCH puede funcionar como un gran foro de debate racional, se argumenta. Pero creer esto es de una candidez preocupante.

Históricamente, el CRUCH ha sido más parecido a un grupo de robber baronsnorteamericanos que a un noble y republicano foro romano. No por nada se ganaron el mote de “cartel del CRUCH”. Durante mucho tiempo, incluso ahora, todas las políticas públicas se diseñan mirando los intereses del CRUCH, esperando que los cambios sean de su agrado. Pues cuando el consejo ha hecho valer su influencia, todos los gobiernos, sin excepción, ceden. Han modificado a su favor todas las reformas, y crucificado a ministros y funcionarios que se les oponen. Han marchado con los estudiantes y desalojado tomas, según conveniencia. Sólo los tribunales de justicia permitieron que el consejo admitiera que universidades que no gozan de su simpatía participen en la PSU, la que es financiada con recursos públicos. Por eso sorprende que las autoridades del ministerio estén “encantadas” de que el CRUCH se refuerce con nuevas instituciones.

¿Qué justifica la intención de dos universidades prestigiosas por pertenecer a un grupo así? Probablemente una mezcla entre desesperación y mirada de futuro. La desesperación viene del significativo impacto financiero de adscribir a la política de gratuidad. Los rectores que encabezan ambas casas de estudio han dicho públicamente que sus instituciones no serán capaces de mantener sus actuales niveles de calidad con una merma tan significativa en el financiamiento, derivada del deplorable diseño de la gratuidad. Estar en el CRUCH les da una mínima esperanza de acceder a aportes fiscales directos, el más codiciado e injusto privilegio del consejo, que recibieron directamente de la mano de un gobierno no precisamente democrático en 1981. Entregar dichos aportes a universidades privadas es hoy inviable, pero dada la complacencia del gobierno con la política de gratuidad, parece mejor estrategia que esperar modificaciones a esta última. La mirada de futuro, por otra parte, es en el fondo una renuncia. La reforma a la educación superior de la ex Presidenta Bachelet selló la vergonzosa discriminación entre instituciones dentro del CRUCH y fuera de éste, teniendo la oportunidad de igualarlas y eliminar privilegios injustificables. Este gobierno no tiene los votos para hacer algo diferente. Las instituciones privadas que elijan entrar al CRUCH al parecer admiten que la lucha por un trato igualitario es imposible. Prefieren renegar de su identidad y sentarse junto a quienes los desprecian solo para quizás algún día acceder al comedor. Peor es mascar lauchas.

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Escrito por Daniel Rodríguez Morales

Director ejecutivo de Acción Educar.