Por Raúl Figueroa, director ejecutivo de Acción Educar.
Los resultados del último SIMCE para los cursos de 2°, 4° y 6° básico muestran un estancamiento e incluso en algunos casos un retroceso en los aprendizajes de los estudiantes del país. Aún más preocupante es que también se visualiza que las brechas entre el desempeño de los niños de menos y más recursos no se siguen estrechando como fue la tendencia de la última década.
Estos resultados son una señal de alerta sobre la urgencia de volver a discutir sobre políticas públicas cuyo principal foco sean los aprendizajes y que, en esa línea, permitan generar las condiciones para que los establecimientos educacionales cuenten con mayores capacidades y puedan así ofrecer a sus alumnos oportunidades de desarrollo. Por obvio que parezca, lo anterior es relevante si se considera el tenor del debate educacional del año pasado y su foco en cambios estructurales. Según un gran número de académicos y expertos, y tal como fue percibido por un amplio sector ciudadano que aún rechaza esas reformas, éstas tienen poca relación con mejoras a la calidad del sistema y de los aprendizajes de los niños.
Durante la década que precedió al 2014, los puntajes SIMCE aumentaron en ocho puntos en Matemática y en nueve en Lectura (4° básico). La brecha en los resultados en Lectura entre los estudiantes que provienen de establecimientos de nivel socioeconómico bajo con aquellos de nivel alto se redujo en un 23% en dicho periodo, lo que implica un alto impacto en términos de equidad. Aunque mucho queda por mejorar, no puede obviarse la tendencia positiva que se vio en las últimas décadas ni el hecho que los avances fueron consecuencia de políticas nacidas de la reflexión y el consenso que buscaron impactar de manera directa en el aprendizaje de los niños. Dicha voluntad permitió resultados exitosos; un buen ejemplo es la Ley de Subvención Escolar Preferencial aprobada durante el primer gobierno de la Presidenta Bachelet y perfeccionada durante la administración del ex Presidente Piñera, que asigna una subvención estatal mayor para la educación de los alumnos más vulnerables y ha permitido mejores niveles de aprendizaje, especialmente en el grupo de alumnos que proviene de familias más desventajadas socioeconómicamente.
En la línea de potenciar políticas consensuadas y bien enfocadas, cabe destacar que este año la Agencia de la Calidad de la Educación entregó junto a los puntajes SIMCE un informe con resultados sobre el desarrollo personal y social de los alumnos de cada colegio, que contempla indicadores sobre autoestima académica y motivación escolar, clima de convivencia escolar, grado de participación y formación ciudadana y hábitos de vida saludable. Estos nuevos antecedentes enriquecen la información disponible tanto para la comunidad escolar, como para los padres y apoderados. Al igual que el mencionado caso de la Subvención Escolar Preferencial, la inclusión de estos ítems en la medición es el resultado de un proyecto de ley que se originó en el primer gobierno de la Presidenta Bachelet y que se perfeccionó y aprobó en la administración del ex Presidente Piñera. Su publicación es un paso adelante; sin embargo, aunque se amplió la información disponible con estos nuevos indicadores, sucedió lo contrario con los resultados de aprendizaje en las áreas evaluadas (Matemática, Lectura, Ciencias e Historia). A diferencia de los años anteriores, no se publicaron datos importantes tales como la evolución de la brecha socioeconómica, de las diferencias por dependencia administrativa y de las brechas según el sexo del alumno. Esta merma en la calidad de la información sobre el SIMCE empobrece el debate público que se produce con la difusión de los resultados y debe corregirse.
En este mismo contexto, eliminar la aplicación del SIMCE de 2° básico, como pretende el gobierno, es un error. El mismo Consejo Nacional de Educación rechazó esta petición por considerar que esta prueba entrega información relevante y temprana sobre el desempeño de los estudiantes en un área trascendental como Lectura, postura que han apoyado en las últimas semanas muchos expertos, académicos, profesores y ciudadanos. La creación y aplicación de este SIMCE fue un avance, es un instrumento que puede perfeccionarse y desde el que se puede construir. Es de esperar que el gobierno se abra a escuchar otras voces y rectifique su decisión de insistir en la supresión de este test.