Columna en El Mercurio: El deber de educar

Por Magdalena Vergara, investigadora de Acción Educar.

El proyecto “Admisión Justa” presentado por el gobierno, que busca mejorar el Sistema de Admisión Escolar, ha vuelto a poner sobre la mesa el derecho preferente que tienen los padres en la educación de sus hijos. Derecho que muchas veces en la discusión se ha visto reducido a elegir el establecimiento, lo que sin duda es relevante para determinar el tipo de enseñanza que se quiere entregar, pero que en ningún caso abarca la totalidad de su contenido.

Educar a los hijos es un deber y un derecho que tienen los padres, que surge como un deber de justicia hacia los niños de recibir una buena educación. Esto trae dos consecuencias, que los padres son los principales encargados de la formación de esos niños, y que todos quienes participan de ella lo hacen bajo su delegación. También, el rol irremplazable que cumplen los padres en la formación de sus hijos. Consecuencia de ello es que al entrar a un colegio, no sólo lo hace el educando, también es la familia quien pasa a formar parte del proyecto educativo. Este segundo aspecto del derecho es el que suele quedar olvidado en el debate.

El involucramiento de los padres afecta directamente la calidad del aprendizaje del niño y el compromiso de éste por su desempeño. En ese sentido, la relación escuela y familia cobra gran importancia. Los estudios sobre establecimientos efectivos identifican precisamente la relación con las familias como una de las categorías más relevantes, junto con la preparación de los docentes, el liderazgo del director, salas de clases adecuadas y la evaluación constante. Los resultados del Simce en 2013 demuestran que el involucramiento de los padres y apoderados se relaciona con mejores resultados de aprendizaje, y existen hasta 23 puntos de diferencia entre establecimientos con mayor y menor involucramiento. Por ello, debiese ser de interés público promover y fortalecer la comunidad escolar.

Un estudio de Gubbins e Ibarra (2016) afirma que, a menores ingresos y capital cultural familiar, menor es la presencia de los padres en la escuela, impactando en el desempeño académico de los hijos. Esto es importante, primero en cuanto al diseño del sistema de admisión y los requisitos que se establecen: un sistema que no considera el nivel socioeconómico de las familias, se vuelve totalmente discriminatorio e injusto hacia los niños. Y, segundo, en cuanto a los esfuerzos que se realizan para lograr una mayor participación de los padres.

Un factor importante es la información que tengan los padres, tanto para elegir como para hacerse parte de las decisiones que tome el establecimiento. De esta manera, si no se promueven los canales para que los padres puedan conocer los proyectos educativos y las escuelas para elegirlas, podría afectar a futuro el involucramiento de los apoderados, pues debilita el vínculo desde su entrada al dar la sensación de que no son ellos quienes deciden la escuela para sus hijos y, por tanto, no tienen mucho que decir al respecto.

Además, es esencial el compromiso y adherencia de los padres con el proyecto educativo de los establecimientos, que los fines y objetivos de la escuela sean compartidos y conocidos por ellos y así hacerlos propios. Aquí el liderazgo del director cobra un rol importante, pues es él quien tiene las herramientas para generar los lazos con la comunidad.

Si bien el último tiempo se han establecido medidas para fortalecer la comunidad escolar -como la formación de los Centros de Padres- es importante dar solución a la falta de compromiso parental que se evidencia en el sistema, afectando la calidad de la educación del niño. Existe un interés público para que los padres cumplan con su deber de educar a sus hijos. Pues son los niños quienes pierden cuando la familia no se hace cargo, y es el Estado quien debe promover que la familia cumpla con su rol de primera educadora.

Leer columna en El Mercurio.


Escrito por Magdalena Vergara Vial

Ex directora ejecutiva de Acción Educar