Columna en La Discusión: La reactivación educativa en Ñuble

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Durante el año pasado vimos cómo los reiterados hechos de violencia en los establecimientos educacionales de la capital despertaron la atención de los distintos medios de comunicación. Por un lado, imágenes y videos de agresiones entre estudiantes, y por otro, violencia de índole delictiva con enfrentamiento a Carabineros, incendios de oficinas y producción de bombas molotov de por medio, por mencionar algunos. Si a estos agregamos que hubo un aumento importante de delitos de mayor connotación social como homicidios, lesiones, robo con fuerza y violencia, el 2022, lamentablemente, fue un año marcado por la violencia.

En el ámbito educativo, mientras en Santiago algunos patios se transformaban en verdaderos campos de batalla, en otros lugares del país, como en nuestra región y luego de dos años alejados por la crisis sanitaria, vimos a miles de familias y comunidades movilizarse por las mejores alternativas para volver a la presencialidad. Ese esfuerzo es aún mayor cuando se trata de escuelas rurales, donde las distancias son más largas y los caminos muchas veces, más difíciles de recorrer.

En la Región de Ñuble, 230 de los 430 establecimientos corresponde a escuelas rurales, albergando una matrícula de 15 mil estudiantes, con una planta de 2.500 profesores y 1.400 asistentes de la educación. Estas cifras son importantes y deben ser consideradas a la hora de crear y ejecutar cualquier plan de fortalecimiento educativo en la región.

Según datos del Mineduc (2020), a nivel nacional existen cerca de 3.300 establecimientos rurales, concentrando el 8% de la matrícula total en educación escolar y el 12% de los profesores del país. En su mayoría corresponden a escuelas multigrado, aquellas que reúnen en una misma sala a estudiantes de diferentes niveles y edades, generalmente a cargo de un mismo docente. Se ubican en zonas aisladas, con escasa conectividad y poseen índices de vulnerabilidad mayores que escuelas rurales.

Esta semana y con el Presidente Gabriel Boric a la cabeza, se anunció el “Plan de Reactivación Educativa”, una especie de versión 2.0 del programa “Seamos Comunidad”, política del Ministerio de Educación que aspiraba responder a los problemas de violencia del año pasado. Dicho programa contemplaba un trabajo territorial de convivencia escolar en sesenta comunas del país, donde se incluyeron solo tres de la región, Coelemu, Coihueco y Ñiquén. El nuevo plan incorporaría otras cuarenta comunas a nivel nacional y es de esperarse que sean más comunas de la región las que formen parte de este.

Es una buena noticia que finalmente sea el Presidente de la República quien haya puesto la prioridad en educación, hacerse cargo de la pérdida de aprendizajes, del aumento de ausentismo y de deserción escolar. Sin embargo, en el caso de Ñuble, para que el plan de recuperación sea efectivo, se debe considerar que más de la mitad de los colegios están ubicados en contexto de ruralidad, y como tal tienen desafíos y complejidades. Y en sentido, al menos uno de los ámbitos en que se debe abarcar es la flexibilización de recursos estatales, reconociendo que muchas veces las condiciones geográficas o climáticas impactan directamente en el desarrollo de la escuela, como podría ser en el traslado de los estudiantes.

La educación rural está más viva que nunca en la región y para que así se mantenga, su fortalecimiento debe ir en reconocer su contexto territorial y cultural, así como el trabajo que realizan los equipos directivos y docentes. 

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Escrito por Simón Pinto Flores

Investigador legislativo