Por Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar.
Los colegios son inútiles. Ese es el mensaje que se asoma de soslayo a raíz de la discusión que hemos tenido por el cambio curricular de 3° y 4° medio y que se manifestó fuertemente en la sesión extraordinaria de la Cámara de Diputados. Se asume que, si el gobierno no lo obliga, los establecimientos simplemente eliminarán ipso facto asignaturas como Historia o Educación Física. Al parecer, en opinión de algunos, los colegios no tienen la capacidad o criterio -e incluso la facultad- para poder decidir la formación que deben tener sus estudiantes. Curiosa forma de pensar respecto de quienes tienen por encargo la enseñanza de las personas.
Es entendible que una modificación al currículum de tal envergadura genere ciertas tensiones, más aún cuando se busca ampliar los espacios de libertad en un contexto donde ha predominado una regularización excesiva. Este currículum, al menos incipientemente, cambia las reglas del juego al dar mayor responsabilidad a los directivos y docentes, lo que sin duda es un desafío importante y va a requerir de apoyo y orientación especialmente en los establecimientos más vulnerables.
La defensa de los intereses de ciertos gremios ha impedido que se pueda discutir sobre la importancia que tiene el liderazgo del profesor para apropiarse de las bases curriculares y generar sus programas de estudio, o cómo un mayor ámbito de libertad permite una mejor conciliación con los proyectos educativos de cada establecimiento, cuestiones que a fin de cuentas impactan dentro de los aprendizajes de los alumnos y van en línea con los avances pedagógicos para mejoras en la calidad. Una comprensión real del cambio curricular, en vez de reducir el debate a si al gobierno le importa o no la historia, habría puesto el foco en la importancia del liderazgo docente y las acciones para adaptarse a las nuevas bases.
Lo inquietante no está en confiar en que los establecimientos y docentes puedan hacer bien su trabajo, sino en que los parlamentarios se arroguen facultades pedagógicas, como ocurrió al establecer por la ley la asignatura de “Formación Ciudadana” de manera obligatoria para 3° y 4° medio, sin considerar las consecuencias que ello tendría en la totalidad de las bases curriculares y -por tanto- dentro de la sala de clases. Consecuencias que paradójicamente hoy estamos viviendo y no han querido ser asumidas con las responsabilidades que corresponden.