Por Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar.
Toda discusión sobre cambio curricular es compleja y llena de intereses que son difíciles de sopesar especialmente cuando la información ha sido poca y mal comunicada, fomentando las críticas desde el desconocimiento. El tema no es menor, se trata de definir qué es lo que queremos que aprendan los jóvenes chilenos. Por ello cuando la ciudadanía lee un titular que dice que las asignaturas de Historia y Educación Física ya no serán obligatorias, se hace indispensable saber cuáles son las razones para llegar a esto.
El cambio que ha aprobado el Consejo Nacional de Educación (CNED) tiene cuestiones muy positivas. Por ejemplo, la elaboración de un plan común para las modalidades de científico humanista, técnico-profesional y artístico. Ello permite dar una base equitativa para todos los alumnos y entrega nuevas oportunidades para la educación técnica profesional. Al mismo tiempo, aumenta el plan electivo, que permitirá a los colegios ofrecer diferentes ramos de profundización y da mayor electividad a los alumnos de tercero y cuarto medio para poder apropiarse mejor de su formación y prepararlos para la educación superior.
Sin embargo, esto plantea a su vez ciertos desafíos. Si bien las nuevas bases se han planteado como una flexibilización, lo que en realidad se establece es una mayor posibilidad de elección por parte de los alumnos. Los establecimientos podrán optar por impartir ciertas asignaturas, pero dentro de una variedad limitada y con los contenidos establecidos. En ese sentido, el cambio es conservador y se echa de menos la entrega de mayor autonomía a los colegios para establecer sus propios planes de estudio.
Por supuesto llevar adelante las modificaciones a la malla curricular tiene ciertas limitantes. Es esencial tener presente la dispar realidad de los colegios a lo largo del país y la capacidad de los establecimientos para hacerse cargo de los nuevos cambios, especialmente en un contexto donde históricamente no han tenido mayor libertad. Bajo esta línea, los colegios de mejor desempeño tendrán mejores capacidades para adaptarse a los cambios, que aquellos más vulnerables que no cuentan con las herramientas para poder llevar esto adelante y requieren de mayor apoyo por parte del Mineduc. En consecuencia, vemos con preocupación que las modificaciones curriculares se quieran implementar a partir de 2020, dado que no todos los establecimientos están igual de preparados para incorporarlas y se podría terminar perjudicando a los estudiantes más desfavorecidos.
Respecto de las asignaturas de Filosofía y Formación Ciudadana, al no conocerse aún los programas específicos, quedan interrogantes importantes sobre cómo será su contenido. Es de esperar que se fomente a través de ellas el pensamiento crítico y virtudes cívicas para comprender nuestra sociedad, que no se limiten tan solo a una historia del presente y a conocimientos útiles para el Chile de hoy, sino dándoles más trascendencia. En ese sentido, es positivo que Formación Ciudadana será impartida por profesores de Historia, ya que permitirá darle un contexto de mayor profundidad.