Convivencia escolar: ¿Qué hacemos?

Durante las últimas semanas hemos evidenciado nuevos incidentes en los liceos de la capital. Bombas molotov, quema de buses y una alumna apuñalada son episodios que se alejan del principal foco en educación: la recuperación de aprendizajes.

A su vez, al mes de junio se presenta un aumento significativo de las denuncias por violencia escolar ingresadas a la Superintendencia de Educación.

Una reciente encuesta de la Universidad del Desarrollo (UDD) reveló que un 78% de los apoderados considera como primera prioridad educativa el reducir la violencia escolar. Considerando la percepción ciudadana, consideramos que es fundamental examinar y fortalecer los programas “A Convivir se Aprende” y “Habilidades Para la Vida”, en el marco de la implementación del Plan de Reactivación Educativa.

¿Qué dicen los expertos?

“Si bien ambas estrategias parecen ir en la línea correcta, la implementación por parte de las autoridades pertinentes ha sido excesivamente demorosa y ha provisto de poca información al público en términos de su justificación desde el punto de vista de la rentabilidad social. Un ejemplo de lo anterior es el caso del programa “Habilidades Para la Vida”, donde existe robusta evidencia de que su implementación no ha tenido los efectos esperados sobre los estudiantes alcanzados por la política (de Chaisemartin y Navarrete, 2020). En el caso del programa “A Convivir se Aprende”, por otro lado, las autoridades arbitrariamente han decidido expandir su ejecución hasta 100 comunas, con el mayor gasto fiscal que ello conlleva, sin contar con pruebas suficientes de su efectividad”, señalaron nuestros expertos Ana María Peñafiel y Manuel Villaseca.

¿Cómo enfrentar este problema? Según consignan ambos expertos, hay tres líneas de acción a seguir:

1) Una agenda legislativa que refuerce la autoridad y las atribuciones de profesores y directores escolares, dotándoles de mayores facultades para enfrentar de manera oportuna las complejidades de sus establecimientos.

2) Orientar, revisar y socializar los reglamentos internos, programas socioemocionales y protocolos de actuación de cada comunidad educativa.

3)  Reformular y complementar el programa “A Convivir se Aprende”, tomando elementos exitosos de la experiencia internacional y estableciendo directrices concretas de trabajo entre las familias y las comunidades educativas, para evitar que los estudiantes más jóvenes vean la violencia como un modelo de solución de conflictos.