Han pasado dos gobiernos y siete ministros. Problemas de gestión y la irrupción de la gratuidad terminaron eclipsando una idea que parecía prometedora.
Fue una idea bien intencionada tuvo un fugaz éxito, pero no ha logrado los impactos prometidos y más bien parece haberse enredado en problemas usuales de los programas estatales: problemas de gestión, escasa evaluación y descoordinación con otras políticas.
Cuando fue anunciada, en agosto de 2010, las expectativas eran altas. ‘Esto va a revolucionar las Pedagogías (…) Nunca antes el Estado había privilegiado tanto una profesión como lo estamos haciendo ahora con los profesores’ aseguraba el entonces ministro de Educación Joaquín Lavín, cuando en el primer gobierno de Piñera se lanzó la «Beca Vocación de Profesor».
El beneficio tenía dos objetivos muy claros. Primero, atraer a estudiantes destacados a la carrera (aumentar número y mejorar puntajes). Segundo, ya titulados, que trabajaran en colegios públicos.
La oferta era buena, pero no fue suficiente, porque la revolución de aglutinar a los mejores en la carrera no ocurrió.
Según el último estudio del Mineduc, más de la mitad de los seleccionados (entre 2011 y 2016) concentró sus puntajes entre 600 y 650 puntos… y menos del 10% superó los 700 puntos. ¿Sobre 720 puntos? Apenas el 3%.
Así, se hizo realidad uno de los temores que se plantearon en su lanzamiento: que no fuera suficientemente atractivo para los mejores puntajes que la carrera no tuviera costo económico, en desmedro de carreras que -pese a que se debía pagar un arancel anual- tenían mejores perspectivas salariales futuras.
Pese a ello, el aumento de la matrícula en carreras de pedagogía fue importante. El primer año se esperaban 2.500 beneficiarios y se matricularon más de 3 mil. Pero el entusiasmo fue decayendo -nunca más se vio una campaña en televisión o en el Transantiago, como en 2010- hasta que la gratuidad (instaurada en 2016) terminó por desdibujar el incentivo a estudiar pedagogías y ese año, los matriculados cayeron a 1.481 alumnos (ver gráfico).
‘En su primera etapa tuvo un impacto importante, era novedosa y prometía mucho; pero las condiciones cambiaron y la beca no evolucionó’, advierte la decana de Educación de la U. Católica, Lorena Medina. ‘Si hoy logramos reprensarla y modificarla, podríamos lograr algo muy potente. Más aún cuando se proyecta un déficit de 32 mil profesores al 2025’, dice Medina, quien preside a la agrupación de decanos de Educación del Consejo de Rectores.
No es la única que propone cambios a este instrumento, cuya etapa de postulación 2020 partió la semana pasada.
Sin evaluación
El gancho de la beca era que con 600 puntos ponderados o más en la PSU (independiente del nivel socioeconómico) el alumno estudiaba gratis la carrera porque el Estado la financiaba. A partir de los 700 puntos, se sumaban $80 mil mensuales y desde los 720 puntos, podía estudiar un semestre en el extranjero.
La idea fue bien acogida y fue uno de los factores que posibilitó que Joaquín Lavín alcanzara un 73% de aprobación -segundo ministro mejor evaluado tras Laurence Golborne- en la encuesta Adimark de septiembre de 2010, pocas semanas luego de ser anunciada.
Como contraparte, el estudiante se comprometía a, una vez obtenido el título, a retribuir la beca trabajando al menos 3 años en un colegio que reciba subvención del Estado, para devolver el beneficio al país. Para ello, se les dio un plazo de siete años desde la titulación. De lo contrario, se hace efectivo el pagaré que deben firmar cuando obtienen la beca. Todo ello, sigue vigente.
A nueve años de su puesta en marcha, no hay informes que muestren el impacto logrado. Los últimos fueron de la Dirección de Presupuestos en 2014 y otro del Mineduc en 2017. Ambos, con críticas a la gestión del programa y advirtiendo problemas estructurales en su concepción: la poca valoración social de la carrera y la baja expectativa de sueldo ‘puede ser una razón de igual o mayor peso que explique la decisión de los estudiantes de altos puntajes de matricularse en otras carreras- ‘.Tampoco se proyectan estudios a corto plazo. Al menos no desde el Gobierno. ‘Evaluamos todos los años el programa, tal como con el resto de los beneficios estudiantiles’, explican desde el Mineduc.
‘Hoy tenemos 60% más de alumnos en Pedagogía con más de 600 puntos. Desde el punto de vista de atraer mejores estudiantes a la carrera, la beca ha sido exitosa’, asegura el subsecretario de Educación Superior, Juan Eduardo Vargas.
Según el ministerio, de los 20.604 alumnos que han recibido el beneficio, 6.350 ya están titulados. Pero solo se tiene registro de que 20% (1.317) está retribuyendo la beca; es decir, trabajando en establecimientos subvencionados. No se sabe tampoco cómo su trabajo ha impactado en el aprendizaje de sus alumnos. ‘Aún no sabemos cómo está influyendo’, dice el subsecretario Vargas.
Efecto gratuidad
La gratuidad fue un golpe a la beca. Por ello, los decanos de pedagogía de distintas instituciones creen que es urgente su modificación. Las exigencias académicas que impone la gratuidad son menores y no obligan a una retribución, por lo que un alumno que pueda optar a ambos beneficios, tenderá a elegir la gratuidad. ‘Y dura solo el número de años de la carrera, por lo que si el estudiante se atrasa, pierde la beca’, agrega la decana de Filosofía y Educación de la UMCE, Solange Tenorio.
Su colega de la U. Alberto Hurtado, Carolina Flores, agrega que ‘hoy es más atractivo para los estudiantes la gratuidad que la beca, porque no se quedan «amarrados » a retribuirla en colegios públicos’.
Pero además, advierte, ha cambiado el perfil socioeconómico del becado, ya que se reduce la presencia de alumnos de deciles bajos, y sube la de deciles altos’. Hasta 2015 el 12% de los becados era del primer quintil, en 2016 fue un 0,1%.
Con este nuevo escenario, aumenta la posibilidad de que los alumnos no devuelvan la beca mediante los tres años de trabajo en colegios públicos, y decidan pagarla de su bolsillo una vez terminada su carrera.
De hecho en 2017, el informe del Mineduc advirtió la necesidad de ajustar la política al nuevo contexto. ‘Es necesario hacer un seguimiento de la retribución de la beca y analizar la validez de mantener las actuales condiciones o replantear cambios’, dice el documento.
El subsecretario Vargas -del Mineduc- señala: ‘Es indesmentible que la gratuidad tuvo un impacto fuerte sobre la beca, hay una baja de beneficiarios. Pero se ha ido recuperando y hoy vamos en 2 mil alumnos, cifra más que razonable’.
Otro punto conflictivo es la comunicación con los becados. Los informes (Dipres y Mineduc) advierten que ‘el programa presenta problemas serios de gestión: ausencia de mecanismos de planificación, monitoreo y evaluación de resultados, así como de canales de comunicación con los usuarios (…) Es uno de los problemas más urgentes de resolver’.
Al parecer, no fue resuelto del todo.
Hace un año, un informe de Contraloría detectó alumnos con doble asignación de beneficios (beca y gratuidad). En 2015 una auditoría arrojó que 231 estudiantes no habían suscrito el pagaré. Y este año estudiantes que empezaron a trabajar -porque terminaron la carrera- recibieron igual la mensualidad de la beca (ver recuadro).
‘Claramente hay un problema comunicacional y un funcionamiento estructural deficitario’, dice la decana Medina, de Educación de la UC. Cuenta que ‘este año tuvimos dificultades con los alumnos que postularon a pasantías al extranjero. Pese a que el ministerio dice que envían directamente la información a los alumnos, ellos se quejan de que no es así, que no hay una estructura visible para pedir información. De hecho, perdieron la postulación al beneficio’.
El decano de Filosofía y Humanidades de la U. de Chile, Carlos Ruiz, explica: ‘Hemos tenido problemas serios con la postulación, con las plataformas, las fechas, los plazos que no están claras o no se respetan y la universidad ha debido actuar como mediadora con el ministerio’. Explica: ‘No hay un organismo centralizado que se haga cargo de la beca, y eso ocurre también con otras becas estatales como las de Fondecyt o Conicyt. No hay un nexo directo, y eso dificulta todo’.
El Gobierno está tomando cartas en el asunto. Hoy la mayor preocupación es lograr que los alumnos retribuyan la beca y vayan a trabajar a colegios públicos. Por eso, la Subsecretaría de Educación Superior creó un equipo técnico de 6 personas (coordinados con el departamento jurídico) para ‘realizar un exhaustivo levantamiento sobre los procesos asociados a la beca y su retribución’.
Pero además, dice el subsecretario Vargas, se están preocupando de ‘reforzar los canales de comunicación con los estudiantes. En las últimas semanas contactamos a los jóvenes ya titulados para informarles sobre el inicio de la retribución. Y este mismo equipo está analizando diversas aristas que han ido surgiendo sobre esta beca a fin de realizar mejoras a los procesos’.
Expertos: ‘No está cumpliendo su objetivo’
Desde Acción Educar, Magdalena Vergara -directora ejecutiva- dice que si bien es necesario hacer cambios a la beca, se requiere más. ‘La beca no está cumpliendo su objetivo y hay que buscar un nuevo diseño. Pero es fundamental mejorar sus condiciones de trabajo y darles autonomía para desplegarse. Si no, no servirá de nada’.
Josefina Boteselle, encargada de Gestión Pública de Elige Educar, agrega: ‘Tenemos que reformularla para hacerla más atractiva, porque aún tiene un efecto muy positivo: valora la carrera al ser una beca exclusiva para estudiar Pedagogía’.
¿Cómo? Por ejemplo extender el bono mensual a todos los becarios, eliminar el requisito PSU para cursar un semestre en el extranjero y cambiarlo por estar en el 30% mejor de la carrera al tercer año, entregar un puntaje adicional en sus postulaciones a Becas Chile, Conicyt y concursos de Alta Dirección Pública y reducir los años obligatorios cuando se trabaja en colegios vulnerables.