En Chile la segunda causa de muerte en adolescentes es el suicidio y los estudios de salud mental de niños entre 4 y 18 años dejan ver una alarmante cifra de trastornos. El encierro necesariamente profundizará esa crisis y, hasta ahora, no se ha decretado ninguna medida pensada específicamente para que los NNA puedan enfrentar de mejor manera la compleja situación asociada a la pandemia.
Por Claudia Carvajal G
Quince meses de pandemia en el mundo y más de un año en Chile. Los contagios desbordados han llevado a que se decreten nuevas medidas de confinamiento total y una mayor restricción de los permisos de desplazamiento, lo que lleva a hogares a estar nuevamente sobre-exigidos económica y emocionalmente.
En todo este tiempo, no ha habido una sola medida paliativa de los efectos del encierro destinada a niños, niñas y adolescentes. Si bien hace algunos días, durante la entrega del balance del Minsal, se amplió la franja para realizar actividad física en el marco del programa Elige Vivir Sano, tal prerrogativa es difícilmente aplicable para gran parte de la población chilena.
Los efectos del encierro y la falta de socialización en los niños y niñas ya se dejan sentir. La Fundación Acción Educar y la Dirección de Educación Pública de Chinchorro practicaron una encuesta a poco más de 5.000 niños y adolescentes de entre pre-kinder y cuarto medio en región de Arica y Parinacota y los resultados fueron desalentadores:
Al mantenerse cerrados los establecimientos educacionales, los niñas, niñas y jóvenes no tienen posibilidad de encontrarse con sus pares. La propia situación sanitaria les afecta directamente, ya que existe un miedo real a contagiarse e incluso morir, y, en muchos casos, han debido enfrentar al interior de sus grupos familiares la pérdida de empleo de los padres o el fallecimiento de un ser querido.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido que los trastornos psiquiátricos que se inician en la infancia o adolescencia deben ser una prioridad para la salud pública y ha recomendado a los distintos países que apliquen programas específicos en el área. Pese a lo anterior, y a más de un año de inicio de las medidas sanitarias de restricción de movilidad, Chile sigue sin contar con alguna política tendiente a proteger la integridad psíquica de las personas menores de edad.
“Los niños están invisibilizados en las medidas sanitarias y no puedan ejercer su derecho a la actividad física, a la recreación, esparcimiento y al juego. Aquí hay una falta profunda de reconocimiento de los niños en tanto sujetos de derechos porque, por la situación en la que estamos, se han tenido que cerrar los jardines y colegios, pero no se ha brindado a los NNA ningún elemento que haga más tolerable la situación de pandemia, siendo que el resto de la población, de alguna manera, cuenta con ciertos permisos que les permiten moverse para ir a trabajar”, explica Camilo Morales, psicólogo clínico y Coordinador del Núcleo de Estudios Interdisciplinarios en Infancias en FACSO de la Universidad de Chile.
“Estamos en una situación que no tiene ninguna lógica y pone nuevamente en relieve la crisis de cuidados de la infancia”, agrega el especialista.
Crisis de los cuidados + mala salud mental = colapso en ciernes
La situación no es menor si se consideran los índices de salud mental que presenta nuestro país y que solo han ido empeorando con los años. En 2012 la Revista Médica de Chile publicó el que es, hasta ahora, el único estudio de prevalencia psiquiátrica en niños y adolescentes. “Salud mental infanto-juvenil en Chile y brechas de atención sanitarias” se tituló la investigación realizada por Benjamín Vicente, Sandra Saldivia, Roberto Melipillán, y Mario Valdivia del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental, Universidad de Concepción, Flora de la Barra de la Escuela de Medicina, Universidad de Chile y Robert Kohn de Departament of Psychiatry and Human Behavior, Warren Alpert Medical School de la Universidad de Brown.
El estudio realizado sobre la base de encuestas a niños de entre 4 y 18 años del las provincias de Santiago, Concepción, Iquique y Cautín, consideradas como representativas de la distribución nacional de la población dio cuenta de un resultado alarmante: más de un tercio de la población infanto juvenil en Chile presenta algún trastorno psiquiátrico.
“En general, la presencia de patología se asocia a la disfunción familiar, al antecedente de psicopatología en la familia y no vivir con ambos padres, tanto en el análisis bivariado como multivariado y la comorbilidad es un hallazgo en más de 25% de los casos. La mayoría de los niños y adolescentes con diagnóstico no reciben atención y hay una brecha asistencial de 66,6% para cualquier tipo de trastorno que sube al 85% cuando se considera sólo el sistema sanitario formal”, señalan los investigadores en sus conclusiones.
Es justamente ese asunto el que preocupa gravemente al sociólogo Nicolás Contreras, Coordinador del Consejo Técnico del Observatorio Niñez y Adolescencia, quien en entrevista con nuestro medio releva la urgencia de implementar un programa de salud mental con enfoque específico en los niños.
“La Defensoría de la Niñez fue clara en su informe y puso como tema urgente el dar prioridad al robustecimiento de la red de salud mental pública, que asegure el acceso, pero sobre todo, la calidad del servicio. En Chile estamos en la Fase -1, porque ni siquiera estamos accediendo, entonces es necesario que lo hagamos pero además con ciertos estándares de calidad. Para eso necesitamos formar profesionales para que trabajen con niñas y niños y eso debe pasar ahora”.
Contreras hace especial énfasis en otra de las cifras dadas a conocer por el estudio de 2012 y que hace referencia al diagnóstico de enfermedades mentales en los NNA: la mayoría de los niños y adolescentes no reciben atención y la brecha asistencial de 66,6%, para cualquier tipo de trastorno, sube al 85% cuando se considera sólo el sistema sanitario formal.
“Hay una cifra negra que es inquietante, porque sabemos que por cada niño diagnosticado hay un número indeterminado que no lo está, que no recibe ayuda y eso es un desastre en potencia”, dice el sociólogo.
Pero, ¿cómo podemos ayudar a que nuestros niños puedan paliar de alguna manera los nocivos efectos de la falta de socialización?
Camilo Morales mira la experiencia comparada y explica cómo se ha enfrentado este asunto en otros lugares.
“En Europa ha habido franjas horarias accesibles y democráticas para que las personas puedan hacer ejercicio y actividad al aire libre. Los parques no se cerraron entendiendo que son lugares en los que, manteniendo las medidas de cuidado de distancia y uso de mascarillas, hay baja circulación del virus”.
“Lo que hay en Chile hoy es precario y elitista y no tiene consideración alguna de las realidades familiares y la diversidad social como para poder hacer uso del horario que existe. Eso está pensado para un grupo específico de la población y es otra forma de discriminación”, enfatiza.
En cuanto a los efectos que esta encierro prolongado dejará en nuestras infancias, tanto Nicolás Contreras como Camilo Morales concuerdan en que el futuro de Chile no se ve para nada auspicioso. La falta de una ley integral de protección a la niñez ha impedido que como sociedad avancemos en la comprensión de los niños como sujetos de derechos, es decir, como personas autónomas e independientes de sus padres.
“Lo que es más grave es ver la incoherencia de que hay un mundo adulto que establece ciertas medidas en las que no hay ninguna consideración de las necesidades específicas de los NNA. Eso va a generar mucha rabia, mucha frustración tanto en los niños como en las madres y padres que nuevamente se están viendo sobrepasados, angustiados porque sienten que no hay un apoyo que entienda que el cuidado de la niñez no es una cuestión que se va a resolver familia a familia, sino que requiere una política pública transversal”, concluye el Coordinador del Núcleo de Estudios Interdisciplinarios en Infancias en FACSO de la Universidad de Chile.
En países como Alemania o España se han habilitado salas de encuentro entre psicólogos, padres e hijos para ayudar a paliar las consecuencias de los prolongados encierros, sin embargo en Chile seguimos al debe, pese a que el presupuesto para salud mental se aumentó a un 2,5 por ciento del total que se asigna al área, aún no se implementa ningún plan de atención psiquiátrica para los que, en teoría, deben estar primero.
Leer noticia en Radio U. Chile