El Mercurio: Baja asistencia y calidad insuficiente son nudos que frenan el avance de la educación parvularia

Con el fin de potenciar la educación inicial, se tramita en el Congreso un proyecto de ley que aumenta la subvención universal por niño. Aunque los especialistas valoran que la atención esté puesta en los preescolares, advierten que de poco sirve aumentar los recursos si antes no se convence a las familias de la importancia de llevar a sus hijos al jardín infantil.

Por M. Cordano

En medio de la discusión sobre la pérdida de gratuidad de los universitarios que excedan la duración formal de sus carreras, el Ministerio de Educación alzó la voz: de liberarse más recursos, estos irían a los niños. El Gobierno ha sido claro: el foco debe cambiar de una bulliciosa educación superior a la educación parvularia, la que sigue quedando en la sombra.

“Una gran cantidad de jardines infantiles que reciben recursos del Estado no reciben lo suficiente como para entregar calidad. Eso no significa que no la estén dando, significa que probablemente lo están haciendo a un costo muy alto para las fundaciones, corporaciones o municipalidades que están detrás”, explica la subsecretaria de Educación Parvularia, María José Castro.

La principal medida que busca cambiar esta situación es el proyecto de ley de Equidad y Calidad para la Educación Parvularia Pública, que actualmente se tramita en el Congreso. Ingresado a principios de marzo, su objetivo es elevar las subvenciones que reciben los jardines infantiles que operan Vía Transferencia de Fondos, pasando de un aporte de $126 mil a $210 mil por niño.

“Se está promoviendo un subsidio a los niveles medios, que apunta principalmente a entregar iguales recursos a niños en igualdad de condiciones. Esto termina con la discriminación que existe hoy entre párvulos que asisten a un jardín de administración directa Junji, quienes reciben el doble de recursos que los que van a un establecimiento vía transferencia de fondos Junji. Darle fin a esta injustificada diferencia es un gran logro para avanzar en calidad”, plantea Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar. Para ella la educación inicial es una deuda del sistema.

“Queda en evidencia al constatar que recién estamos exigiendo ciertos requisitos mínimos de calidad”, dice.

Patricia Núñez, oficial de Desarrollo Infantil Temprano de Unicef, concuerda con que “el gran desafío que tiene Chile actualmente es la calidad. El país ha hecho un gran esfuerzo en aumento de cobertura en educación parvularia a lo largo de los distintos gobiernos, asumiendo la importancia que tiene esta etapa de la vida de los niños para su desarrollo. No obstante, este aumento de cobertura no necesariamente ha ido de la mano de un mejoramiento sustancial de la calidad”.

Capacitaciones al debe

De aprobarse los recursos extras, los especialistas coinciden en la necesidad de destinarlos a capacitaciones para educadoras y técnicos.

“En formación inicial docente se ha ido avanzando hacia una mayor profesionalización, las carreras del nivel se han sumado a mayores estándares y acreditación. Pero también están las educadoras en servicio. Y en eso me parece que hay que invertir. Como sociedad tenemos que entender que no hay ningún profesional que se pueda mantener 10 años sin una actualización, que se requiere un plan de desarrollo profesional. Sería impensable creer que un médico una vez que egresa está listo para trabajar el resto de su vida. Y de alguna manera, en educación no tenemos instalado ese requerimiento de educación continua”, indica Pamela Rodríguez, jefa de la carrera de Pedagogía en Educación Parvularia de la U. Católica.

Asimismo, en 2018 una veintena de organizaciones relacionadas con educación inicial entregaron un documento a la Subsecretaría de Educación Parvularia en el que pedían mayor formación para técnicos en párvulos, advirtiendo que no existen estándares para ello.

Con recursos extras, los directores también se podrían ver beneficiados, advierte María José Castro.

“Muchos requieren tener a una persona que se haga cargo del área administrativa, lo que les permite no perder espacios pedagógicos”, explica. De igual forma, la subsecretaria confía en que los fondos podrían ayudar a actualizar material o contratar programas externos.

“Aquí hay que tomar en cuenta la particularidad de cada establecimiento. Por ejemplo, una sala cuna o jardín que tiene una necesidad especial de incluir de buena manera a los inmigrantes que no hablan español, con estos recursos podría generar un programa que le ayude con la adecuación del idioma”, indica.

Quienes desarrollan planes de capacitación “son mayoritariamente canalizados a través de los Organismos Técnicos Capacitadores (OTEC) que son regulados por Sence”, explica María Teresa Hernández, educadora de párvulos e investigadora de la U. de La Frontera, institución que lidera la recién formada Red de Universidades por la Infancia. Se trata de una iniciativa que busca poner al servicio de la infancia una red de conocimientos, investigadores y gestión colaborativa.

El problema con algunas capacitaciones -continúa- es que “se ha detectado que muchas veces quienes relatan contenidos en materia de educación inicial no cuentan con la experticia y experiencia que esperaban, o bien la propuesta entregada no responde a las necesidades que describió el centro educativo”.

Aunque su propuesta es que las universidades se hagan cargo de esta materia, “frente al presupuesto asignado no se logra cubrir relatorías de calidad, lo que hace desechar las postulaciones de las casas de estudio”.

¿Mejor en casa?

Anne Traub, directora ejecutiva de la Fundación Niños Primero, celebra la intención de entregar mayor atención y recursos a esta primera etapa educativa. Pero advierte que de nada sirve generar esfuerzos en infraestructura y capacitación de equipos si las salas cuna y jardines infantiles se encuentran vacíos.

En efecto, las cifras muestran que en Chile solo 51% de los niños de entre dos y cuatro años asisten a un establecimiento parvulario. En contraste, los países miembros de la OCDE superan el 60% de cobertura.

“El ausentismo es muy alto y la razón de este ausentismo es tremendamente intrínseca y cultural: los cuido mejor yo en casa”, plantea. Y agrega que “en el proyecto de ley no vemos recursos ni ideas de cómo se va a lograr que los niños lleguen efectivamente al jardín. Solo mejoran los recursos y cupos, pero no es claro que vayan a llenarse esas nuevas plazas. Nosotros creemos que falta trabajar con las familias, prepararlas, explicarles la importancia de que los niños asistan. Se hace necesario focalizar esfuerzos en poner en marcha programas alternativos en casas o lugares comunitarios”.

La Fundación Choshuenco, que administra jardines infantiles en sectores vulnerables de Santiago, trabaja, por ejemplo, con centros de familia.

“Cada uno de los centros educativos tiene sala cuna, jardín infantil y un centro de familia donde trabajamos las competencias parentales, para que ellos sean los mejores primeros educadores. Hay una educadora a cargo y el equipo del jardín contribuye en esa dirección. En esos centros de familia trabajamos a través de cursos y talleres, aspectos relacionados con que los papás puedan jugar mejor con sus hijos, así como en habilidades de lectura”, comenta José Manuel Jaramillo, gerente general de la fundación.

“Esto influye mucho en la asistencia: la participación parental y lo que se llama el awareness , que es la conciencia de los papás respecto de la importancia que tiene la educación temprana”, explica.

Generar campañas mediáticas de concientización y promover jardines infantiles flexibles -que permitan visitas a toda hora, o se mantengan abiertos en horario continuado- también son medidas que ayudan disminuir el ausentismo, advierten los especialistas.

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