Egresados de colegios municipales y hombres: los determinantes que explicarían la pérdida de la gratuidad universitaria. Exalumnos de establecimientos públicos demoran más que sus pares de particulares en terminar los estudios profesionales, mientras que las mujeres se atrasan menos.
Por R. Gálvez
Según cifras de la Subsecretaría de Educación Superior dadas a conocer por La Tercera Sábado, 69 mil estudiantes han perdido la gratuidad por exceder la duración nominal de sus carreras, desde que se instaló la política en 2016. Y aunque a esos alumnos -el 8,7% de 789.133 jóvenes que han accedido al beneficio- el retraso los golpea fuertemente, por perder una ayuda crucial para concretar sus estudios, lo cierto es que no son los únicos que se retrasan en la concreción de sus carreras. El universo es ampliamente mayor, de hecho. Y con variadas razones, que van desde el género hasta el lugar donde se cursaron los estudios secundarios.
“Se calcula que cerca del 70% de los estudiantes en algún momento tiene retraso en algún curso o semestre y en un porcentaje menor pueden retrasarse uno o más años de la carrera. Tiene que ver con varios factores: la dificultad de los estudios universitarios o brechas académicas con las que pueden venir desde sus liceos o colegios”, señala Ignacio Sánchez, rector de la Universidad Católica.
“Mi primer año me lo farreé entero, no hay mucha más explicación que eso”, dice Esteban, quien aún no le ha contado a sus padres que se atrasó un año en su carrera de Ingeniería Comercial, en una importante universidad chilena.
En la misma casa de estudios se forma en Sicología Jorge, quien, asegura, perdió incluso la gratuidad porque no le daba el tiempo para trabajar y estudiar. “Iba a la pega de noche y andaba muy cansado siempre”, se justifica.
Coincidentemente, ambos testimonios son hombres, una de las características que predomina a la hora de analizar a quienes se atrasan en sus estudios profesionales. Así al menos lo refleja un estudio que Acción Educar realizó a egresados de la educación superior en la última década, que señala que las tasas de duración en los estudios de las mujeres son 1,3 puntos porcentuales más bajas que los hombres.
No es lo único. El análisis desmitifica que los estudiantes provenientes de hogares más vulnerables tiendan a superar la duración nominal de las carreras, puesto que no solo se observa una tasa promedio más baja en el grupo provenientes de los tres primeros quintiles de ingreso, sino que, incluso, al compararlos con individuos de sectores más privilegiados con características similares casi no se observan diferencias.
Además, el estudio reseña que quienes egresan de colegios municipales tienen una tasa de retraso en las carreras más elevada: en promedio, titularse les toma un 4,2% más de tiempo que un compañero de iguales características que egresó de un colegio particular pagado, y se reduce al 1,6% si se compara con pares de particulares subvencionados. Estos dos grupos son, según los entendidos, justamente el lugar de procedencia de quienes buscan acceder a la gratuidad.
“En distintas universidades se ve un mayor retraso de estudiantes provenientes de colegios públicos, comparado con colegios particulares y privados”, asegura el rector Sánchez, quien agrega que en su institución, entre un 25% y un 30% de los estudiantes tienen retrasos en cursos o semestres. “Y estos son más frecuentes en aquellos que provienen de la educación pública, salvo excepciones, que tienen que ver con colegios Bicentenarios o algunos especiales públicos”.
Nelson Vásquez, vicerrector académico de la UC de Valparaíso, es tajante: “No es un problema de una sola causal y en los estudios que hemos hecho hemos visto que hay una brecha de conocimiento y de desarrollo de habilidades intelectuales que traen desde el sistema escolar y es mucho más marcada en quienes proceden de colegios municipales y particulares subvencionados. Los de establecimientos privados tienen conocimientos y habilidades más desarrolladas”, expone.
Dentro de esas otras causas, Vásquez enumera que los estudiantes muchas veces no tienen hábitos de estudios, que la mayoría de los alumnos que proceden de colegios públicos son primera generación (el 70% en su casa de estudios) y por tanto están entrando en un mundo desconocido. También que el paso de colegio a universidad es brusco y que han detectado una “debilidad importante” en escritura y habilidades de comunicación oral y escrita. “Hay mucho estudiante talentoso que no escribe bien y tiene problemas en formalizar sus conocimientos”, asegura.
Almendra Aguilera, consejera superior de la Federación de Estudiantes UC, cree que hay varias aristas, las que incluso pueden ir combinadas entre ellas.
“A veces el cómo se posicionan los ramos puede que ‘echarse’ uno sea muy costoso, como los anuales. Ahí básicamente cuesta mucho recuperarse”, dice. Y ahonda: “A veces gente que viene de colegios más vulnerables y en la universidad se encuentra con brechas supergrandes, lo cual hace que tengan un peor rendimiento en sus primeros años”.
Así, a modo de ejemplo y según conversaciones que ha sostenido con la Dirección de Inclusión UC, los estudiantes del programa Talento e Inclusión “demoran cerca de dos años en nivelarse al promedio del resto”. Y añade: “También a veces hay barreras socioeconómicas y condiciones a lo largo de la carrera, por ejemplo el trabajar y cómo en Chile los trabajos no son muy flexibles, entonces se entra en un círculo superdemandante de tiempo”. Esto, dice, lleva a reprobar o bien, simplemente tomar menos ramos.
Noam Vilches, del área de Bienestar de la Federación de Estudiantes de la U. de Chile (Fech), asegura que son diversos los elementos que generan la necesidad de extender el paso por la universidad. “La necesidad de trabajar o las críticas cifras y casos que se denuncian hace años producto de problemáticas de salud mental”, dice, antes de añadir que “uno de los efectos de la mala calidad que tenemos en la educación que se imparte en la mayoría de nuestros colegios es que no logramos obtener las herramientas necesarias para un paso menos extenso en la universidad”.
Las autoridades dicen tener claro que la sobre duración de las carreras es una realidad que afecta no solo a Chile porque según datos de la OCDE cerca de un 60% de los estudiantes de educación superior excede la duración formal de sus carreras. “Las razones que explican esta sobre duración son diversas, pero podemos enumerar las siguientes: aparición de dudas vocacionales respecto de la carrera que se cursa, existencia de lagunas formativas, hábitos de estudio que no se ajustan a los requerimientos de la educación superior, entre otras”, señala Juan Eduardo Vargas, subsecretario de Educación Superior.
¿Dónde se ven mayores retrasos? Según Acción Educar, en aquellos que cursan sus estudios en centros de formación técnica. Asimismo, las tasas más bajas se pueden apreciar en las universidades privadas no pertenecientes al Cruch, donde los estudiantes sobreduran 3,6 puntos porcentuales menos que sus compañeros similares de universidades estatales y 1,4 puntos porcentuales menos que sus pares de iguales características de universidades privadas del Cruch.
Incentivos o presión por terminar pronto
“Al comparar estudiantes con las mismas características, obtuvimos que los incentivos a terminar a tiempo que impone la posibilidad de perder el financiamiento, provocan que los alumnos demoren menos en cursar sus estudios superiores. Este es el caso de la gratuidad, que pone como tope la duración formal de la carrera”, señala Tania Villarroel, directora de estudios de Acción Educar.
Y es que, según el estudio del centro del que es parte, la gratuidad puso incentivos sobre los estudiantes vulnerables a terminar sus carreras lo más pronto posible: quienes tienen gratuidad presentan 9 puntos porcentuales menos que quienes no, y quienes reciben becas tienden a incurrir en excesos de duración menores (7 puntos porcentuales) que compañeros que no gozaron de una beca.
“Muchos factores tienen que ver con la capacidad económica con que cada estudiante y su familia cuenta, pues una persona estudiando implica una persona con menos capacidades de proveer económicamente y a la que hay que brindarle montos para compra de herramientas y su mantención en la casa de estudio”, dice al respecto Vilches, de la Fech, quien añade que mientras algunas familias no están en condiciones de sobrellevar esa carga, “otras han podido hacerlo gracias al avance en acceso a la educación superior que ha permitido la gratuidad”.
Eso sí, advierte que lo anterior está condicionado a que ese estudiante mantengan la gratuidad o apoyo. “Estas presiones por no perder el acceso a la educación no solo debería ser preocupación de ese estudiante particular, sino que de cada persona e institución que se dice defensora de la educación pública, su rol social y su potencial transformador”, asegura.
Villarroel, de Acción Educar, expone que si se extendiera la cobertura de la gratuidad a los años que realmente le tome a los alumnos concluir sus carreras, “los estudiantes ya no contarían con ese incentivo y probablemente volverían a reportar las tasas de sobreduración observadas en estudiantes similares antes de la implementación de la gratuidad”.
Al respecto, el rector Sánchez expone que desde el inicio de la política de gratuidad “consideramos que era muy importante el aumento de un año como alternativa de financiamiento en caso de que la carrera se extendiera hasta un 20%. Hoy no está y si hay retrasos tienen que ser financiados por el estudiante y por la institución”.
Hacer este cambio bajaría “la presión a los estudiantes y también ayudaría a las universidades a no seguir en esta suerte de desfinanciamiento”, decía hace pocos días Aliro Bórquez, rector de la UC de Temuco.
El subsecretario Vargas, en tanto, reseña: “Históricamente, beneficios estudiantiles como becas han sido entregados por la duración nominal de las carreras, tal como ocurre en el caso de la gratuidad” y agrega que esta situación, “además de explicarse por la enorme cantidad de recursos que actualmente se destinan a esta política (US$1.600 millones), ha permitido, de acuerdo con la evidencia, que una mayor cantidad de estudiantes culminen sus carreras dentro de ese plazo”.
Por otra parte, el estudio de Acción Educar expone que un estudiante que financió su carrera con crédito estatal demora más (2,7 puntos porcentuales) que un par similar que no.